Aquella noche no pude dormir.
Y sólo pensaba muy emocionada,
todas las palabras,
que le iba a decir.
Pasaron los días y usted
no llegaba,
mis palabras ya secas,
quisieron morir.
Pasaron los meses,
¡que larga tu ausencia!
y aquellas palabras,
ya secas y muertas,
el frío de tu olvido,
las resquebrajó.
Un día en la mañana,
el viento soplaba
desde mi ventana
y de aquellas palabras,
ni huella dejo.
Verónica Treviño
Nada hace más daño que las palabras que no se dicen cuando deberían haber salido.
ResponderEliminarUn saludo, Verónica
Que alegría leerte Ángel,recibe un afectuoso saludo.
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